El JUICIO FINAL según la Biblia: el INFIERNO se abrirá y el LAGO DE FUEGO se encenderá. parte 2

Un silencio absoluto se apodera del espacio… pero no es paz. Es el silencio que precede a la sentencia. Millones de almas están de pie, una al lado de la otra, y sin embargo, cada una se siente completamente sola. No hay abogados. No hay defensa. Solo la mirada penetrante del Juez eterno… y los libros que comienzan a abrirse.
No son libros escritos con tinta. Son registros vivos, grabados con las acciones, las decisiones, los pensamientos y las intenciones más profundas del corazón. Todo está allí, incluso aquello que tú mismo quisiste olvidar. Cada mentira dicha en la oscuridad. Cada traición escondida tras palabras dulces. Cada acto de orgullo, de odio, de indiferencia ante el dolor de otro. Todo. No falta nada. Y no se puede borrar. La atmósfera se vuelve densa. Es como si el tiempo se ralentizara, pero al mismo tiempo se precipitara hacia un abismo. No hay donde correr. No hay a quién culpar. No puedes mirar hacia otro lado, porque estás desnudo ante Aquel que ve más allá del alma. Y entonces, lo sabes: cada segundo de tu vida ha sido contado. Y ahora, será juzgado. Las almas tiemblan, no por el frío, sino por la presencia absoluta de la Verdad. Aquí no existen las excusas, los atajos morales, ni los juegos religiosos. El que robó, aunque sea en secreto, verá su mano marcada eternamente. El que mintió, aunque nadie lo descubriera, sentirá en su boca el sabor amargo de sus propias palabras. El que vivió para sí mismo, sin Dios, sin amor, sin humildad… entenderá, tarde, que su vida fue una sentencia construida paso a paso. Y mientras el juicio avanza, las miradas se cruzan, pero nadie habla. Hay una desesperación muda que crece en el ambiente. La sensación aterradora de haber desperdiciado toda una vida. Y cuando el nombre de uno es llamado, el alma se estremece. Avanza lentamente, como arrastrada por una fuerza invisible. Sabe que está a punto de enfrentar la verdad sin filtros… y que su destino será inapelable. Este es el Juicio de las Obras. No de lo que dijiste creer, no de tus apariencias, sino de lo que realmente hiciste. ¿Fuiste compasivo? ¿Buscaste la verdad? ¿Te humillaste ante Dios? ¿Amaste al prójimo cuando nadie te veía? O… ¿te burlaste del perdón? ¿Viviste como si el alma no tuviera peso? ¿Como si nunca fueras a rendir cuentas? Ahora todo queda al descubierto. Y la pregunta que comienza a brotar como un susurro en medio del juicio es esta: ¿tu nombre está escrito en el Libro de la Vida? Continúa viendo este video. Lo que viene a continuación es aún más oscuro, más profundo… y más real. Porque cuando el infierno se abre… ya no hay escapatoria.

El INFIERNO se Desgarra: Cuando el Abismo Libera a los Condenados

Y entonces ocurre algo que hiela la sangre de toda criatura presente: el infierno… se desgarra. No es una apertura pacífica. Es un desgarramiento violento, como si la tierra misma no pudiera seguir conteniendo el peso del pecado acumulado. El suelo espiritual se quiebra. Se parte con un sonido que no es físico, pero que retumba en lo más profundo del alma. Un eco indescriptible, agudo y doloroso, como un grito que viene desde la eternidad… y se clava en la conciencia de todos los que presencian el juicio. Desde ese abismo, desde las entrañas del tormento, comienzan a salir los condenados. No caminan… se arrastran, deformados por el sufrimiento eterno. Algunos gritan, otros murmuran palabras incomprensibles, como si su cordura hubiera sido pulverizada hace siglos. Sus ojos… si es que aún conservan algo parecido a ojos… reflejan una mezcla de odio, desesperación y terror absoluto. Han estado allí, en el infierno, y conocen lo que es ser abandonados por la luz. Pero ahora, están siendo traídos… para algo peor. Se resisten. Gimen. Clavan sus uñas en el vacío, tratando de no avanzar. Pero una fuerza superior, ineludible, los arrastra hacia el juicio. No hay misericordia para ellos. Su destino ya fue sellado. Solo falta la sentencia final. Y mientras suben desde las profundidades, el olor del infierno los precede: un hedor espeso, como carne espiritual quemada, mezclada con angustia pura. No es un olor físico. Es algo que tu alma puede oler. Algo que hace que hasta los ángeles aparten la vista. A su paso, el ambiente cambia. El cielo se vuelve más oscuro. El aire pesa. Las almas que esperaban su juicio retroceden, como si por un instante, todos entendieran lo que es ser condenado… sin haber sido aún arrojado al lago de fuego. Es en este momento que el espectador, tú que estás viendo esto, debes detenerte y preguntarte: ¿qué siente una persona que ha estado siglos en tormento… y que ahora sabe que lo peor todavía no ha comenzado?
Porque lo que viene después no es una liberación… es el traslado a un castigo más profundo, más absoluto, más aterrador. Y aquí estás tú… observando. Respirando. Viviendo. Todavía con tiempo. Pero el abismo se ha abierto. El infierno se ha desgarrado. Y tú… no puedes mirar a otro lado. Quédate. Porque lo que sigue… es el encendido del Lago de Fuego. Y su fuego no es como el que conoces. Es fuego vivo… y eterno.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Type above and press Enter to search. Press Esc to cancel.